| La fama vagarosa, |
| admirando la copia numerosa |
| de los ingenios doctos y elegantes, |
| que cría en sus entrañas Celtiberia, |
| cuyas plumas suaves, modulantes |
| fueron un tiempo célebre materia |
| al uno y otro polo, |
| bien que la infausta sombra del olvido |
| ocultar sus laureles ha querido, |
| por esto los propone al rubio Apolo, |
| para que en el Parnaso floreciente |
| viva el aplauso de la Iberia gente. |
| El Ebro caudaloso |
| en sus verdes riberas |
| goza siempre de hermosas primaveras, |
| cuyo cristal copioso |
| muchos cisnes purpúreos lo enoblecen, |
| y con sus cantos dulces lo embellecen. |
| Prudencio, que en su orilla |
| del Pilar admirable la Capilla |
| de Maria describe, |
| el Templo, que triunfante siempre vive |
| contra las tempestades, |
| que movieron gentílicas crueldades: |
| de los Mártires Santos |
| los triunfos sacrosantos |
| cantó con arreglado, y dulce quiebro, |
| admirando las Náyades del Ebro. |
| En la Oratoria y Delfica armonía |
| fué admirable su ingenio, y energia. |
| Despues que conocieron su prudencia, |
| su celo, y su elocuencia |
| la Colonia Patricia, y la que baña |
| el Tajo la Metrópoli de España, |
| Toledo, de los Godos Corte, y silla, |
| y despues la Cabeza de Castilla; |
| Aurelio al fin Clemente |
| murió plácidamente, |
| y Zaragoza á sus piadosos manes |
| no sepulta entre flores, y arrayanes, |
| sino en el templo de la Sacra Aurora, |
| bien que agora se ignora |
| su claro monumento: |
| pero quien del olvido estuvo exento? |
| Mas en sus Himnos su memoria dura, |
| yá que el tiempo ocultó su sepultura. |
| La dulcísima vena |
| de Máximo resuena, |
| celebrando en sus versos peregrinos |
| los aciertos divinos |
| de los que Ibero veneró Prelados |
| en sus floridos márgenes sagrados; |
| y que de Dextro prosiguió la historia, |
| De Braulio la suave melodía |
| mostró el amor, que ardia |
| al obsequio amoroso |
| del Prelado elocuente, y noticioso, |
| á quien la grave Clio |
| Santo le aclama, y le venera pio; |
| Marco Máximo á quien su plectro santo |
| ofreció dulce su armonioso canto, |
| y con sus admirables locuciones, |
| á Máximo suplió con adiciones. |
| Tagon del Sacro Ibero los cristales |
| ilustró con sus versos celestiales, |
| y sin tener cansancio, |
| llegó al dichoso Lacio, |
| hallando en la Romana Libreria |
| de San Gregorio Magno, los Morales, |
| de donde procedieron infinitos |
| Codices, que se gozan manuscritos. |
| De Valderedo la memoria pia |
| declara su dulcísima Talia, |
| cantando de Tagon los triunfos claros, |
| y los martirios de los preclaros |
| Justo, y Pastor ilustres Complutenses, |
| que hoy gozan sus reliquias los Oscenses. |
| Yá con el Berberismo, |
| que los Mahometanos esparcieron, |
| debelando arrogantes las Españas, |
| abrasando en sus libros sus hazañas; |
| en este obscuro abismo |
| tanto las sombras de ignorar crecieron |
| y tanto por Iberia se estendieron, |
| que en muy prolixos años |
| los varones famosos no pudieron |
| restaurar estos daños; |
| que siguiendo el belígero estandarte |
| del sangriento Marte, |
| se olvidaron las Artes liberales, |
| las Ciencias, las Historias; |
| todo fué inundaciones de corales, |
| todo fué vencimientos, y vitorias, |
| asegurando en ellas tantas glorias, |
| como goza la noble Celtiberia, |
| cuando en el Pirineo |
| aquel excelso, y fuerte corifeo, |
| dió á la fama tan célebre materia; |
| aquel que las pavesas, |
| avivó Aragonesas, |
| Garci Ximenez bravo, en cuyo escudo |
| el blason de Sobrarbe gravar pudo, |
| el Lábaro brillante, que distinto |
| doró en Ainsa el verde terebinto: |
| y con estos divinos resplandores |
| hasta las peñas produxeron flores: |